Aquelarre
Un aquelarre es una reunión de brujos, presidida por alguien que representa al diablo, en la que se celebran una serie de rituales en contra del cristianismo.
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El aquelarre, Goya (1797-98) |
1. La palabra akelarre
Akelarre es un término vasco, documentada a finales del siglo XV. Su significado: prado del macho cabrío (aker, macho cabrío; larre, prado).
En concreto, akelarre es el nombre del prado que se encuentra al lado de las cuevas prehistóricas de Zugarramurdi, municipio que pertenece a la comarca de Baztán (Navarra, España).
En estas cuevas se celebraron reuniones de brujos en el siglo XVII. Realmente, el prado se llama Berroscoberro; akelarre fue el nombre que los propios asistentes a las concentraciones le dieron, ya que, según la leyenda, en él pastaba un macho cabrío negro, el cual se convertía en el Diablo cuando se reunían los brujos.
Vídeo del canal de Pedrorolt, en Youtube
2. El término en castellano
El castellano asimila el término vasco. Por norma general, el fonema oclusivo velar sordo se escribe con el dígrafo qu (la u pierde su sonido) ante vocal e, i, por lo que el término que se usa es aquelarre.
La palabra se empieza a usar para acusaciones de brujería tras el Auto de Fe de Logroño, en 1610, en el que el Tribunal de la Inquisición de Logroño sentenció a la hoguera a once personas: seis fueron quemadas vivas y cinco en efigie; mientras que otras dieciocho fueron perdonadas por confesar sus culpas.
Debido a la dureza de las penas que se aplicaron, el proceso de los brujos de Zugarramurdi se convirtió en el más grave de la Inquisición española contra la brujería. El término aquelarre terminó extendiéndose para referirse a todas estas reuniones de brujos.
3. Los rituales del aquelarre
Por medio de los documentos del proceso inquisitorial de Zugarramurdi, se conoce qué sucedía en aquellos aquelarres celebrados en el siglo XVII. Aun así, no quiere decir que en todos se hiciesen los mismos rituales ni de la misma manera. Se basaban en las siguientes etapas:
a) La convocatoria y el homenaje al Diablo
Las reuniones estaban presididas por el Diablo (representado como humano o como animal, en este caso en un macho cabrío) o por representantes cualificados (un sacerdote o sacerdotisa de su culto). Solían acudir también íncubos y súcubos (demonios masculinos y femeninos, respectivamente).
A la derecha del Diablo y completamente desnuda, se situaba la bruja más atractiva, preferiblemente una mujer casada, así el pecado era mayor: lujuria y adulterio. A la izquierda se situaba la bruja con más experiencia en la preparación de ungüentos, bebedizos (bebida para conciliar el amor entre las personas), venenos y maleficios. Una gran hoguera y lirios negros, que en ocasiones los participantes se colocaban en el ano, completaban la escena.
Los rituales comenzaban con el Diablo pasando lista. Salvo por causas justificadas, no estaba permitido faltar; incluso, se podía llegar a sancionar a los brujos con castigos físicos, por ejemplo, ser azotados.
A continuación, los brujos se acercaban al Diablo caminando hacia atrás o arrastrándose por el suelo como serpientes. Entonces, le besaban el ano (osculum infame), la boca o las partes íntimas, lo que suponía un honor para los participantes (en otros casos suponía una penitencia) y un modo de expresar su sumisión al Diablo. En algunos aquelarres, este acto también se producía con íncubos y súcubos.
Llegaba el momento de la entrega de regalos al Diablo, normalmente algún objeto robado. A continuación, todos contaban sus malas acciones desde el aquelarre anterior. Se recitaba el Credo al revés y el Diablo bendecía a los asistentes con un hisopo negro.
Bailaban en grupo de manera organizada, cogidos del hombro y en círculo, hasta que se perdía la unidad y cada participante se ponía a bailar de manera individual y caótica, animados por el ingesto de drogas alucinógenas: beleño, belladona, estramonio...
En caso de haber algún asistente que acudiese por primera vez, se llevaba a cabo un bautizo con azufre y semen (este lo conseguían allí mismo de los brujos las propias brujas). La persona bautizada renegaba de Dios y prometía servir al Diablo. A manera de símbolo, se le ponía una marca en la pupila o en los genitales, con lo que ya era un miembro más del grupo.
b) Misa satánica o misa negra
La misa negra o satánica era una misa parecida a la celebración cristiana, pero parodiándola. Según los documentos del caso de Zugarramurdi, se celebraba en fechas destacadas: Día de Todos los Santos, víspera de Reyes, en San Juan, Día del Corpus Christi, etc.
En el altar un paño negro y sucio, coronado por una cruz invertida; el Diablo, vestido con adornos negros y sucios, recitaba un sermón en el que animaba a los brujos a hacer el mal. En algunos aquelarres, era tras el sermón cuando se realizaba el mencionado acto de honor al Diablo, el osculum infame.
El Diablo consagraba un cáliz negro, de madera, y elevaba una hostia negra y dura, mientras los partipantes se acercaban a comer y beber lo consagrado. La misa podía terminar con el Diablo copulando con las brujas y sodomizando a los brujos, lo que daba inicio a la siguiente etapa, la orgía.
Todos estos actos eran considerados por la Iglesia como ofensas a Dios. No suponía una celebración demoníaca en el sentido de que resultase maligna, es decir, no había sacrificios humanos, canibalismo, ni nada por el estilo. Era demoníaca porque los actos que se realizaban eran una ofensa a la religión cristiana: apostasía, herejía, pacto con el diablo, o lo que es lo mismo, se renegaba de Dios y la Virgen, y se juraba obediencia al Diablo.
c) La orgía
No había límites: homosexualismo, sodomía, incesto, etc.; todos en grupo sin diferenciar entre brujos, brujas, íncubus, súcubus, el Demonio. En ocasiones se incluía a animales, y es que cuanto más lujuriosa y ofensiva fuese la orgía, más honor se hacía al Diablo.
Para algunos humanistas, como Pedro de Valencia (1555-1620), y algunos inquisidores que investigaron lo que sucedía en las reuniones de brujos, los actos sexuales fueron el verdadero motivo de los aquelarres. Además, sostenían que los supuestos actos mágicos de brujería no eran más que producto de la imaginación de la gente.
El inquisidor Alonso de Salazar fue elegido para aclarar los hechos acaecidos en Zugarramurdi. Tras meses de investigación, llegó a la conclusión de que muchos de los actos denunciados como de brujería (brujos volando, que se convertían en animales o se volvían invisibles a su antojo, que provocaban tempestades o el destronamiento de reyes, etc.), que se dieron como ciertos en el Auto de Fe de Logroño, tenían nula verosimilitud.
d) El final de la reunión
El aquelarre llegaba a su fin al llegar el amanecer, o bien con el sonido de las campanas de la iglesia, o bien con el canto del gallo.
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El aquelarre, Goya (1823) |
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