La palabra orlar
Vistosas sombras orlaban sus bordes inferiores y, con frecuencia, entre dos capas separadas, se deslizaba hasta nosotros un rayo de luz sumamente intenso.
Verne, Julio. Viaje al centro de la Tierra. RBA, 2019.
¿Qué hago aquí en el infierno? ¿Por qué no quiere Leopoldo jugar con mi Elisa? Hace frío en la cárcel. ¡Que deje de mugir ese ternero! ¡Que dejen de rodar ya las estrellas! ¡Que no gire más el cielo! Noche girando. Cielo girando. ¡Olas! La luna orla el filo de las nubes. Noche negra. Nubes negras. Viento blanco. Un pez muerto y un gato. Mi negra y mi niña. Cuarto menguante. ¿Qué hace Clara, por qué no viene? Una quilla. Un ternero. Clara vino a quererme y no me quiso. Un mascarón, gaviotas, un piano, cañas... , yo... muerto. Viento. Una tormenta lejos. ¿No me quiso ella o no la quise yo? Un trueno. Un relámpago. Otro. ¿Dónde está mi negra? ¿Dónde está mi gato? ¿Dónde está mi niña Elisa? El cielo gira. Estoy solo. Estoy muerto.
Serra Manzanares, Berta. Los ojos del huracán. Anagrama (España), 2008.
Algunos muros fueron orlados por Vélez y otros artistas invitados. Y como para aumentar el arraigo de la gente están, la pared de los jóvenes, y la llamada pared comunitaria, hecha con los platos decorados de paisajes diversos que hicieron los alumnos de un curso que dictó Vélez.
Alonso López, Néstor. «En El Carmen de Viboral decoran fachadas con mosaicos hechos con pedazos de platos». El Tiempo (Colombia). eltiempo.com, 4-8-2008.
En el alba el combo celeste reluce áureo: la alborada ha puesto su pincelada maestra y la atmósfera se cubre como de una dorada claridad; a medio día las nubes flotan como melodías, navegan en escolta arabesca y la imaginación descubre figuras mitológicas en extraña procesión de recreo; por las tardes los últimos rayos del ocaso transfiguran las nubes y el escenario se cubre de un manto dorado, orlado en su base por pinceladas cárdenas y paletadas de bermellón oscuro.
Olivera Oré, Julio R.. Caminando por los pueblos del Perú (Perú). i-dilm, 2005.
En la primera página, una foto oval, recortada a mano y orlada por florecillas dibujadas minuciosamente con tinta china, me ofrecía el rostro de una mujer de belleza no deslumbrante pero sí turbadora.
Aguilera Garramuño, Marco Tulio: «Visitas nocturnas». Cuentos para después de hacer el amor (España). Punto de Lectura, 2005.
31 octubre, 2020
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